viernes, 28 de febrero de 2014

SI CREES QUE COMODIDAD Y FELICIDAD VAN DE LA MANO: NO LEAS ESTO

Está será, quizá, la peor sugerencia de este libro.
Pero te dije que seré sincero así que no puedo dejar de escribirla.
Y aquí va: “Querida persona, contra viento y marea, sé tú misma”.

Hoy estaba pensando que para leer un buen libro es necesario que haya sido escrito por un mal educado (o mal aprendido - como se dice ahora).

¿A qué voy?

Las personas que han cambiado el curso del pensamiento, ya sea este científico, filosófico, artístico, etc. todas ellas recibieron una educación habitual o fueron autodidactas.
Pero, ¿qué hicieron luego?
La reformularon, se preguntaron por qué, si era así como les habían enseñado, si no sería otra la historia, el cuento, la verdad.

Como dicen por allí, la historia no solo está en los libros sino que se construye: tú la construyes.

Y así sucede que las personas que trocaron el curso de las ideas son siempre aquellas que no se contentaron con las respuestas aprendidas sino que las sometieron a prueba, que dudaron su validez. 

Así surgieron: Galileo, Kepler, Stephen King, Foucault, Jung,  Huxley, Russell, Beethoven, The Beatles, Krishnamurti, Malcon X.

Examina a cada uno de ellos (seguro encontrarás más ejemplos) y verás que todos se permitieron dudar, no en un sentido de mero descreimiento sino con un interés genuinamente investigativo, positivo.

A mi humilde modo de ver, es en el libro “Elogio de la ociosidad” de Bertrand Russel  donde de manera casi revolucionaria se refuta la idea tan difundida de que la ociosidad es la madre de todos los vicios.
No, amiga/go, no es la madre de los vicios en absoluto. Muy por el contrario.
Lo importante es una ociosidad productiva, pensante, creadora.
Es el trabajo deshumanizado, mecanizado, mercantilizado, y apoyado por la idea de que con él podrás adquirir aquello que te hará feliz, el que termina transformando a las personas en una especie de entidades que salen de fábricas y oficinas para entregarse, no a un ocio productivo, sino a un real vicio de adicción a la televisión, la internet o cualquier otra ocupación distractiva que les permita evadirse de su realidad cotidiana.

Seguramente, te ha pasado que cuando tienes cerca tu período de vacaciones haces planes respecto no sólo del lugar al que irás si puedes sino que, sin duda, te dices: -Voy a aprovechar para tal cosa o tal otra que hace tiempo quiero hacer para mí, ese algo que deseo que llene mi vida-.
Sin embargo, pasarán tus vacaciones y, las más de las veces, no lo harás.

Tanto es el hastío de la cotidianeidad que no logramos evadirnos de la necesidad de gozar sin pensar.

 Y la razón es que: pensar nos agobia.

Sé muy bien que hay varios momentos en tu vida que dices: -¡Basta!, No quiero pensar más-.

En realidad no es que no quieres pensar, es que pensar te muestra una realidad y es esa realidad la que no quieres ver.

Pues bien: “Muchas personas preferirían morirse antes que pensar; en realidad eso es lo que hacen” (B. Russell).

Ahora bien, ¿Cuál es la propuesta?: Piensa.

El secreto no es pensar para martirizarse sino para tener claridad en el juicio, para no ser arrastrado por lo masivo, para tener cierto grado de independencia de pensamiento, para no caer en las trampas de los cazadores de multitudes.

Es un ejercicio algo penoso a veces pero también reconfortante.
Como mínimo te permitirá comprender que estás metida/do en algo que quizá no puedes cambiar por ahora pero tu atención permanecerá activa para aprovechar toda posibilidad de cambiarlo.

Pensar te permitirá poner límites y fijar objetivos que puedas acomodar a tu tiempo libre.

Sin que quiera que me tomes como ejemplo te digo que no dispongo de mucho tiempo para escribir.
De lunes a viernes trabajo y al regresar a mi departamento solo algunas horas me separan de la medianoche, durante las cuales debo ir a comprar algo para el día, asearme, prepararme la comida, comer y después un rato más… ¿para qué?
A veces me vence el cansancio y miro la televisión o la internet. Otras me advierto que no es eso lo que deseo y, por ejemplo, ocupo ese escaso tiempo libre en escribir este libro.

Es porque lo pensé, es porque sé que es lo que quiero hacer más allá del escaso tiempo y del cansancio.

Y te preguntarás por mis sábados y domingos libres. Pues bien: a veces escribo un poco y también le doy prioridad a mis otros deseos que se vinculan a mi desarrollo como persona: leer, hacer música o trabajos de fotografía artística.

Aquellos que pueden leer mis escritos, escuchar alguna canción o ver mis fotografías, dirán: -¡Que buena vida se da este hombre!-

Y es cierto (aunque con mucho sacrificio)… pero, como te dije, sólo pasó desde que pensé sobre lo que hacía, lo que me decían que tenía que hacer y lo que quería hacer.


Y sabes algo más: No soy famoso ni lo seré pero estoy logrando lo que también espero que logres tú: SOY, y quizá en algo pueda contribuir a cambiar este mundo.

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