Está será, quizá, la peor sugerencia de este libro.
Pero te dije que seré sincero así que no puedo dejar de
escribirla.
Y aquí va: “Querida persona, contra viento y marea, sé tú
misma”.
Hoy estaba pensando que para leer un buen libro es
necesario que haya sido escrito por un mal educado (o mal aprendido - como se
dice ahora).
¿A qué voy?
Las personas que han cambiado el curso del pensamiento,
ya sea este científico, filosófico, artístico, etc. todas ellas recibieron una
educación habitual o fueron autodidactas.
Pero, ¿qué hicieron luego?
La reformularon, se preguntaron por qué, si era así como
les habían enseñado, si no sería otra la historia, el cuento, la verdad.
Como dicen por allí, la historia no solo está en los
libros sino que se construye: tú la construyes.
Y así sucede que las personas que trocaron el curso de
las ideas son siempre aquellas que no se contentaron con las respuestas
aprendidas sino que las sometieron a prueba, que dudaron su validez.
Así surgieron: Galileo, Kepler, Stephen King, Foucault,
Jung, Huxley, Russell, Beethoven, The
Beatles, Krishnamurti, Malcon X.
Examina a cada uno de ellos (seguro encontrarás más ejemplos) y verás que todos se permitieron dudar, no en un sentido de mero descreimiento sino con un interés genuinamente investigativo, positivo.
Examina a cada uno de ellos (seguro encontrarás más ejemplos) y verás que todos se permitieron dudar, no en un sentido de mero descreimiento sino con un interés genuinamente investigativo, positivo.
A mi humilde modo de ver, es en el libro “Elogio de la
ociosidad” de Bertrand Russel donde de
manera casi revolucionaria se refuta la idea tan difundida de que la ociosidad
es la madre de todos los vicios.
No, amiga/go, no es la madre de los vicios en absoluto.
Muy por el contrario.
Lo importante es una ociosidad productiva, pensante, creadora.
Es el trabajo deshumanizado, mecanizado, mercantilizado,
y apoyado por la idea de que con él podrás adquirir aquello que te hará feliz,
el que termina transformando a las personas en una especie de entidades que
salen de fábricas y oficinas para entregarse, no a un ocio productivo, sino a
un real vicio de adicción a la televisión, la internet o cualquier otra
ocupación distractiva que les permita evadirse de su realidad cotidiana.
Seguramente, te ha pasado que cuando tienes cerca tu período de vacaciones haces planes respecto no sólo del lugar al que irás si puedes sino que, sin duda, te dices: -Voy a aprovechar para tal cosa o tal otra que hace tiempo quiero hacer para mí, ese algo que deseo que llene mi vida-.
Seguramente, te ha pasado que cuando tienes cerca tu período de vacaciones haces planes respecto no sólo del lugar al que irás si puedes sino que, sin duda, te dices: -Voy a aprovechar para tal cosa o tal otra que hace tiempo quiero hacer para mí, ese algo que deseo que llene mi vida-.
Sin embargo, pasarán tus vacaciones y, las más de las
veces, no lo harás.
Tanto es el hastío de la cotidianeidad que no logramos
evadirnos de la necesidad de gozar sin pensar.
Y la razón es que:
pensar nos agobia.
Sé muy bien que hay varios momentos en tu vida que dices:
-¡Basta!, No quiero pensar más-.
En realidad no es que no quieres pensar, es que pensar te
muestra una realidad y es esa realidad la que no quieres ver.
Pues bien: “Muchas personas preferirían morirse antes que
pensar; en realidad eso es lo que hacen” (B. Russell).
Ahora bien, ¿Cuál es la propuesta?: Piensa.
Ahora bien, ¿Cuál es la propuesta?: Piensa.
El secreto no es pensar para martirizarse sino para tener
claridad en el juicio, para no ser arrastrado por lo masivo, para tener cierto
grado de independencia de pensamiento, para no caer en las trampas de los cazadores
de multitudes.
Es un ejercicio algo penoso a veces pero también
reconfortante.
Como mínimo te permitirá comprender que estás metida/do
en algo que quizá no puedes cambiar por ahora pero tu atención permanecerá
activa para aprovechar toda posibilidad de cambiarlo.
Pensar te permitirá poner límites y fijar objetivos que
puedas acomodar a tu tiempo libre.
Sin que quiera que me tomes como ejemplo te digo que no
dispongo de mucho tiempo para escribir.
De lunes a viernes trabajo y al regresar a mi departamento
solo algunas horas me separan de la medianoche, durante las cuales debo ir a
comprar algo para el día, asearme, prepararme la comida, comer y después un
rato más… ¿para qué?
A veces me vence el cansancio y miro la televisión o la
internet. Otras me advierto que no es eso lo que deseo y, por ejemplo, ocupo
ese escaso tiempo libre en escribir este libro.
Es porque lo pensé, es porque sé que es lo que quiero
hacer más allá del escaso tiempo y del cansancio.
Y te preguntarás por mis sábados y domingos libres. Pues
bien: a veces escribo un poco y también le doy prioridad a mis otros deseos que
se vinculan a mi desarrollo como persona: leer, hacer música o trabajos de
fotografía artística.
Aquellos que pueden leer mis escritos, escuchar alguna
canción o ver mis fotografías, dirán: -¡Que
buena vida se da este hombre!-
Y es cierto (aunque con mucho sacrificio)… pero, como te
dije, sólo pasó desde que pensé sobre lo que hacía, lo que me decían que tenía
que hacer y lo que quería hacer.
Y sabes algo más: No soy famoso ni lo seré pero estoy
logrando lo que también espero que logres tú: SOY, y quizá en algo pueda
contribuir a cambiar este mundo.
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