viernes, 28 de febrero de 2014

¿QUÉ TAL SI TE PONES A CAMINAR?

Hace poco tiempo me topé con esta frase:
Nadie encuentra su camino sin haberse perdido varias veces”.

Llegó tarde a mi vida; encontrarla antes me hubiera evitado fastidiarme por tantas idas y vueltas que di por este mundo en busca de la felicidad.

No obstante, me parece que es bueno retransmitírtela.
Resume esa sensación desagradable que nos acompaña vez tras vez en nuestros intentos por ser nosotros mismos para acabar dándonos cuenta que fuimos al lugar equivocado.

A la vez nos recuerda que esa demora en llegar hacia donde deseamos, al fin y al cabo no es tan alarmante, es parte de la vida misma.

Y, aunque no lo creas, caminar es un ejercicio maravilloso, donde lo que cuenta no es llegar a destino sino aprender del camino andado.
Por eso te voy a proponer que camines.
Sí, literalmente, te propongo que te pongas a caminar.

Si en tu vecindario se dan las condiciones apropiadas de seguridad y un poco de orden en el entorno que te rodea (me refiero a que no camines por un basural sino por una plaza, parque o calle arbolada y tranquila), pues entonces: ponte en marcha y camina.

Si lo anterior no se cumple, por pequeña que sea tu casa o departamento, camina alrededor de una mesa o un sillón; yo lo hago.

Hazlo durante treinta minutos a una hora. Comienza de a poco, no tienes que cansarte, tienes que disfrutarlo y, siempre, tu paso debe ser tranquilo y constante.

Dirás: -¿Para qué sirve esto?,  ¿Acaso me encontraré a mí misma/o caminando?-.
Quizá también te preguntes: -¿Por qué no hacer gimnasia?-.

Vayamos de a poco.

Te cuento que no te propongo hacer gimnasia porque básicamente se trata de una actividad que suele ser de pago, arancelada y si bien ahora puedes acceder a ella quizá no sea así mañana.
A su vez, concurrir a un gimnasio suele movilizar mucho el ego, la comparación entre mi cuerpo y los otros; que mis brazos, que mis piernas, que mis bíceps, que mis abdominales o mi panza, etc. y la idea no es que te compares sino que te encuentres.

Finalmente, siempre puedes caminar, sola/o o acompañada/o, compartiendo tu soledad o la compañía, libre de toda comparación y sin gastar un solo peso.
Resumen, diversión y ejercicio asegurados de por vida.

Así que, aquí vamos, a caminar y ver que tanto nos sirve.

Lo central es que valores el caminar como una forma de abandonar el estatismo, concientizándote  sobre la importancia de dejar el estado de inmovilidad, entendiendo que en esta vida las decisiones personales, aunque no lo creas, siempre las tomas tú y para eso es necesario “ponerse en marcha”.

Antes de comenzar, inspira y exhala profundo algunas veces, no más de cinco, serenamente. Después olvídate de la respiración. No morirás. Los pulmones no necesitan que te preocupes en su tarea.

Ya estás casi lista/o.

Sólo resta que lleves a cabo una acción previa fundamental: toma todas tus preocupaciones, tus deseos y ansiedades y arrójalos dentro del cesto que utilizas habitualmente para los residuos.

No escuches música porque la música deberás hacerla tú.

Ahora, tranquilamente, comienza a caminar.
Por supuesto, recordando las señales de tránsito si estás en la calle, procura imaginar que estás caminando por un lugar muy agradable: la playa, un valle, un bosque; tú eliges.

Presta atención a los sonidos de la naturaleza o imagínalos: el viento, el canto de los pájaros, el roce de las hojas de los árboles.

Percibe (o imagina) los aromas de la naturaleza: el mar, la tierra, los pinares.

Eres totalmente libre de imaginarte el lugar más hermoso del mundo para ti y de disfrutarlo mientras caminas por él.

Verás que se siente maravilloso, que es tan real como la misma realidad.
Verás que es posible sentirlo, olerlo, escucharlo, vivirlo.

Recuerda mantener activa la imaginación y a la vez no perder la conciencia de la realidad.

Al lograrlo (y sé que lo lograrás) te darás cuenta que puedes estar en un lugar y a la vez transportarte a otro simultáneamente.

Este ejercicio te mostrará que tu mente puede concentrarse libremente en algo positivo a voluntad. Se trata, justamente, de un ejercicio, es decir algo que debes practicar con constancia para fortalecer ese músculo dormido llamado “voluntad de cambio”.

Verás que puedes caminar disfrutando cada paso. Toma conciencia de cada paso, de como una pierna avanza y luego la otra, siente el suelo que pisas, siente la respiración tranquila que te acompaña, deja tu mente serena, libre de otra ocupación. Tan sólo camina y disfruta que estás caminando.

Te aseguro que esta práctica te demostrará que caminar, bajo estas directivas, es una actividad sedante, relajadora, y que acostumbra a la mente a respetar tu decisión de ser quien elige lo que quiere pensar en cada paso que das.

Con el tiempo verás que cada día encontrarás una nueva forma de enriquecer la caminata;  te encontrarás diciéndote a ti misma/o: estoy disfrutando exclusivamente este momento puntual como nunca antes lo había hecho; estoy tomando conciencia de este instante en cada paso y de la maravilla que implica.

Observarás que tu mente, en medio de la serenidad de tu espíritu, te ofrecerá pensamientos positivos para tu vida. Te enseñará que, después de la caminata puedes disponerte a vivir de la misma forma otra porción de tu vida de manera exclusiva, consciente, y que podrás disfrutarla a pleno.

Cuando hayas dejado de caminar, las porquerías que arrojaste en el cesto de basura, por favor, no las recojas. Están en el lugar que les corresponde.


Desde ahora camina libre, siente el sol, el calor, el frio, escucha los ruidos, tu respiración, tus latidos… Y ya no te detengas: camina hacia ti desde dentro de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario